El "Chiate"
Texto: Manuel Pedrosa
Fotos: Autor
Manuel Orellana Antequera, más conocido por Manolo ‘Patagoma’, murió a la edad de 57 años en 1987. Aparte de ser el barbero de mi pueblo durante los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado y de ser uno de los mejores amigos de mi padre, fue todo un personaje, conocido y querido dentro y fuera del pueblo por su gracejo y vivacidad, su simpatía y su condición de hombre bueno y sensible. Pero sobre todo fue proverbial su grandísima afición y entusiasmo por la Caza. Fue podenquero de los buenos. Hoy día alguno de mis perros llevan los mismos nombres de otros excelentes podencos que él tuvo. Se recargaba sus cartuchos con los escasos materiales de que disponía, haciendo sus perdigones fundiendo viejas tuberías de plomo y ayudándose de un colador y una chapa inclinada. También se fabricaba los tacos de los cartuchos, a veces con papeles de periódico prensados, que más de una vez tuvo que salir corriendo a apagar una aliaga prendida por uno de aquellos "hemerotacos". Se confeccionaba sus cananas, la funda de sus escopetas, las perchas para los zorzales,… todo lo necesario para la caza, menos las escopetas.
Entendía el campo como pocos, sabiendo siempre como había que entrarle a una mancha con los perros y donde se tenían que situar las posturas para un mejor aprovechamiento. Y pobre de ti si te movías de la postura en que él te situaba. La bronca que de caía era como para grabarla, con su habitual gracejo entre serio y broma:
- ¿No te dije yo que te pusieras en esta piedra?
¿Para qué te has movido?
Ahí donde te has puesto no entra un conejo ni tirándole con un cabrestante. ¡Que eres tonto desde antes de que naciera tu abuela!
¿Para eso me he "eslomado" yo subiendo la umbría con los perros?
......
Y si se trataba de hacer un puesto de tórtolas, parecía mentira como se camuflaba bajo una torta de girasol, para que le entraran todas a cascaporro, sin percatarse de su presencia hasta tenerlas en su vertical, donde las bajaba con una facilidad innata y tirando con una escopeta del 28, el "Chiate" como él la llamaba, y con cartuchos recargados en las condiciones que he comentado antes.
El "Chiate" es una escopeta calibre 28/65 fabricada por Martin Amuategui, de pletinas enteras, punzonada en 1971 y con una bonita historia grabada en sus metales y maderas. La compró para que su hijo Manolín, (de mi edad y gran amigo mío desde la infancia, como su padre lo fue del mío) empezara en esto de la caza. Ocurrió que él había encargado una escopeta de un cañón, por catálogo, a la armería Aguirre de Málaga, cuyo precio era de 1800 pesetas, las mismas que llevaba justitas en la cartera cuando fue a por ella en una vieja mobilette de 50 cc, desde mi pueblo que dista cien kilómetros de Málaga, recorriendo la sinuosa carretera de Los Montes y tardando cuatro horas en el viaje de ida. Cuando llegó a la armería estos se habían equivocado en el encargo, enseñándole una preciosa escopeta de dos cañones, de pletinas enteras, pero que valía 2800 pesetas.
Manolo se quedó prendado del "Chiate" y se pasó algún tiempo en Málaga hasta que pudo conseguir las mil pesetas que le faltaban, que parece ser se las prestó un pariente lejano y pudo hacer las cuatro horas del camino de vuelta con la escopeta amarrada en el transportín de la mobilette. Aquella escopeta sirvió para que aprendiera a tirar Manolín, y alguno más, como un servidor, que solía acompañar desde niño en las salidas de caza a Manolo, unas veces con mi padre y otras, en que este se tenía que quedar atendiendo el bar que tenía como negocio familiar, la partida de caza se componía de Manolo, su hijo Manolín y un servidor, también Manolo, JaJaJaJa.
Cuando ya Manolín se hizo mayor y ascendió al calibre 12, su padre cazaba con el "Chiate" porque le resultaban más baratos de recargar los cartuchitos del 28 y también para dejar en evidencia su condición de excelente tirador al suelo y al vuelo, cortándonos innumerables veces un chaleco a otros miembros de la cuadrilla, especialmente con las difíciles tortolillas, a la voz de …"¡ahora voy yo con el chiate!" y cuando alguno de nosotros habíamos fallado la misma tórtola que culebreaba endemoniadamente entre las escopetas, a ras del girasol, él la bajaba con mucha facilidad y poco ruido.
Cuando falleció Manuel, allá por el año 1987, un servidor sintió la primera pérdida de un gran amigo cazador, además de excelente persona. Escribí alguna historia de caza con él vivida, tanto en relatos como en artículos en las revistas Perros de Caza y Trofeo, aludiendo a sus magníficas enseñanzas como podenquero. También le dije a su hijo Manolín, que si algún día pensaba en vender el "Chiate", que no dudara en avisarme, pues siempre desee tener aquella escopetilla. Manolín mandó restaurar el arma en el año 2006 al armero Francisco Moreno, del que he hablado otras veces y he puesto fotos de sus trabajos. Un día que pasé por su taller, me comentó Francisco que le habían dicho que me preguntara si yo reconocía aquella escopeta del 28, entonces algo despavonada y con la madera rayada. Inmediatamente le dije que era el "Chiate". No llegué a verla restaurada y como se ve en las fotos que muestro hasta anteayer, día 14 de Agosto de 2014, cuando Manolín me pidió por teléfono que me acercara al cuartel de la Guardia Civil de Lucena para poner la escopetilla a mi nombre, pues lo había hablado con sus hermanos y acordaron que conmigo era donde mejor podía estar aquel precioso recuerdo de mi gran amigo y admirado cazador, Manolo "Patagoma". Cuando le pregunté en cuanto tasaba el arma, me dijo que esa escopeta "no tiene precio".
Sentí una gran emoción al tener en mis manos aquel pedacito de mi historia cinegética y de la de mis más allegados amigos de campo. La escopeta venía con su funda, hecha, como no, por su padre, lo mismo que la canana del 28 que también me regaló y una bolsa con cerca de 200 cartuchos de ese calibre que Manolo recargó poco antes de dejarnos así como otros arreos de caza. Le dije a Manolín que si él tenía algún día un nieto cazador (tiene dos hijas encantadoras), que la escopeta volvería a la familia Orellana, tal como había salido. Nos despedimos con un fuerte abrazo e hice el viaje de vuelta de Lucena con la mente llena de recuerdos y emociones.
Esta es la historia, hasta ahora, del "Chiate". Muchas gracias a la familia Orellana y en especial a Manolín, por este estupendo regalo.