El Derecho de un Valiente
Texto: Juan de Dios Bonilla.
Fotos: Archivo.
Imágenes de vídeo: Autor.
Con la Edad se forja carácter, se torna generalmente, el individuo más reflexivo y menos temperamental, se empieza a tomar uno la vida y las cosas de otra manera, entre otras cosas y valga la redundancia, porqué está uno de vuelta de casi todo, es lo que se llama madurez. Esa misma madurez que aplicada al mundo de la caza y al cazador, te suele hacer empezar a entender esta afición arraigada en el instinto de forma muy diferente a cuando empezaste a cazar de adolescente ya solo, por derecho propio, con la responsabilidad que ello implica. Es ahora con el transcurrir de los años cuando después de muchas jornadas de caza, empiezas a entender aquello de que prima más el lance y la calidad, que la cantidad, tras muchos abatimientos tanto de caza mayor como de caza menor, es en esta etapa de la vida cuando encaras el lance con mayor templanza, sin que te tiemblen las piernas y aunque la incertidumbre, sobre todo en caza mayor, siempre pone el corazón en la boca, este ya no late tan alocadamente como antes, cuando solo pensabas que lo importante es abatir reses, del tipo que sean y de cualquier calidad, o llenar el zurrón.
Para que la caza se entienda como deportiva y tenga un sentido ético, las piezas cinegéticas tienen que tener su oportunidad, tiene que ser una lucha de poder, en la que vence el que más gala de astucia y dominio de la situación exhibe. Si nosotros contamos con la ventaja de las armas de fuego, blancas, de cuerda (Entiéndase arco y ballesta) y con la ayuda de medios auxiliares, como perros, reclamos, señuelos, camuflajes, batidores y ojeadores, las especies cinegéticas, tienen que contar con la ventaja de sus sentidos (Astucia, vista olfato oído y desconfianza por naturaleza) el conocimiento del terreno y de la zona (Al fin y al cavo, están en su casa) y las vías de escape sin cortar o cerrar al 100%. De lo contrario convertiríamos la caza en un mero ejercicio de tiro, sobre especies animales vivas y eso, a mi modo de entender las cosas, no es caza.
Todo esto viene al hilo de una experiencia recientemente vivida, por partida doble, que me ha hecho reflexionar y digo por partida doble, porque he sido testigo de ella por dos años consecutivos ¡A saber! El año pasado por mediados de noviembre, tuve la gran fortuna de poder asistir a una montería de fin de semana en la finca "Los Collados de San Benito" en la localidad de San Benito (Ciudad Real) De la mano de la orgánica; Cinabrio Servicios Cinegéticos, en ella fui testigo, como casi todos los presentes, de un singular hecho que me llamó poderosamente la atención. Finalizada la montería y ya todos en la junta de carnes admirando los trofeos abatidos de Cochino, Venado y Muflón, ya mediada la tarde y como se suele decir entre dos luces, alertados por las ladras de los perros del cortijo y por los varios Teckel de algunos monteros, irrumpió frente a nosotros y a escasos cincuenta metros, en mitad del llano un enorme cochino recio, esbelto, en actitud seria y desafiante, como molesto e incomodado por tanta presencia humana. Los perros del cortijo no paraban de ladrar pero parecía que lo hacían por uso y costumbre, sin mostrar ninguna otra aptitud, sin embargo, dos Teckel consiguieron zafarse y deshacerse de las traíllas que los sujetaban y corrieron raudos a enfrentarse a su oponente. El cochino, lejos de amedrentarse y poner patas en polvorosa, como sería lo lógico, plantó cara a sus contendientes con amagos de carga y levantando el mentón, tan solo la intervención de los monteros propietarios de los dos canes, consiguió imponer una retirada estratégica al Macareno.
Previamente un montero corrió a su vehículo y desenfundó el rifle con amago de correr hacia el jabalí, antes de que definitivamente desapareciera de escena. Rápidamente fue interceptado con un agarre del brazo por parte de uno de los orgánicos, que le espetó; - ¿A dónde va usted? Este no es sitio, momento, ni lugar, para desenfundar ya el rifle...¡Además! Ese cochino con los "Güevos" que ha demostrado, se ha ganado el derecho a vivir, al menos, hasta la próxima montería, ese es "El Derecho de un Valiente" - Un tanto avergonzado y no sin razón, el montero agachó la cabeza, reculo y volvió a enfundar el rifle y guardarlo en el maletero del coche.
Este hecho insólito me dejó un tanto meditabundo, por lo que me dirigí al guarda mayor de la finca, que a mi entender, inexplicablemente se había mantenido al margen de los sucesos y le pregunté. Por él supe que se trataba de una cochina, que hace algunos años apareció de lechona y solitaria por el cortijo y se enfrentó a los perros, esto le causo gracia a los guardas que sujetaron a los perros del cortijo y le dieron de comer. Desde entonces aparece todos los días por el cortijo, unas veces le dan de comer y otras no, según convine, pero siempre aparece sobre la misma hora, por eso y después de los años, los perros del cortijo ladran cuando aparece, por aquello del uso y costumbre perruna, pero no hacen nada más. Nunca los guardas han conseguido acercarse a ella a menos de dos metros y nunca se ha dejado acariciar, pero con recelo y astucia, tampoco ha mostrado miedo ante el ser humano. Tampoco se la ha visto nunca con rallones, por lo que parece ser, que tampoco quiere macho, que prefiere ser un espíritu libre y orgulloso, dueña de su propio destino. Le pregunté al guarda porqué no intervino ante el incidente del montero que desenfundo el rifle en la junta de carnes y pretendió abatirla y riendo me dijo:- Tres veces la han tirado ya y no la han abatido, siempre ha sabido anticiparse a las intenciones del cazador, de eso hace ya tiempo y sabe por donde no debe andar, parece como si tuviese cosido en el pecho un "Detente Bala" - Yo pregunté - ¿Y cómo ha conseguido sobrevivir todos estos años a las monterías de la finca? - a lo que el guarda me respondió - Esta finca tiene casi mil hectáreas de zona de reserva, nunca se ha cazado la reserva de la finca, desde que en el año 71 la malló Don Carlos, que en paz descanse, juntando los lotes que forman la finca, la cochina vive en la zona de reserva y sabe muy bien, que de ello depende su vida, nunca la hemos visto pulular por otro lado, como mucho por las lindes de la reserva, que es donde la tiraron tres veces hace ya tiempo y hace ya tiempo que no se la ve por las lindes, solo sale de la reserva, para buscar la comida que le damos en el cortijo. En la reserva no entran ni rehalas ni cazadores, como mucho algún que otro podenco puntero de esos que corren una res hasta el infinito y mas allá, pero esta sabe bien como defenderse y zafarse de uno o dos podencos punteros - Aquello me dejó pensativo.
Este año he tenido la oportunidad de volver a asistir a la montería de fin de semana, dos manchas, dos días de montería, pero este año decidí hacerle un aguardo en la junta de carnes y cazarla ¡Eso sí! Cámara de vídeo en mano y no rifle y de ello les dejo testimonio gráfico, en el presente artículo.
Muchas veces las reses no dejan de sorprendernos y este es un ejemplo de ello, por aquello de que la edad y lo que las muchas jornadas de campo enseñan y por todo lo que les relataba al principio, por aquello de que cazar no es siempre apretar el gatillo de la escopeta o rifle, cazar es disfrutar de sensaciones, de experiencias, de anécdotas, de estar siempre aprendiendo algo nuevo del campo de y las especies que lo habitan. Unas veces el lance culminará con el abatimiento de una especie cinegética, con un trofeo, otras veces erraremos el tiro por traspié nuestro o por astucia del animal, con lo que afirmaremos eso de - Me ganó la mano ¡Ole sus "Güevos"! - y otras veces simplemente bajaremos la escopeta o el rifle y pensaremos o diremos eso de - No, no tiro, te has ganado el derecho a vivir un día más, una cacería más - Ese es "El Derecho de un Valiente". No todos los que se autodenominan o proclaman cazadores, lo ven así y por supuesto, tampoco lo ven así los que no tienen ni idea de lo que es la caza, porque perdieron el instinto ancestral que otros conservamos, si fuésemos capaces de difundir este mensaje, estas ideas, esta filosofía medioambientalmente hablando y esta forma de vivir, entender y sentir la caza, como parte esencial de la naturaleza y de su buena gestión, seríamos capaces de hacernos entender, reconocer como garantes de la continuidad de la fauna salvaje, conservando el sitio y posición que merecemos en esta sociedad, sin ver nunca en peligro nuestra amada actividad. Y como dijo mi apreciado Forrest Gump, sentado una mañana de otoño, en el banco de un parque junto a la parada del autobús, con su traje azul celeste, su camisa de cuadros y su pajarita; - Y esto es todo y no tengo nada más que decir -