ERRORES
El domingo cacé con la sola compañía de mis perras y volví a disfrutar de lo lindo. En esta ocasión, más que la crónica de los lances, me gustaría compartir con vosotros un par de reflexiones sobre dos tipos errores que suelen ser frecuentes en la caza: los errores de los conejos y los errores del hombre.
En ocasiones, los conejos muestran comportamientos de una astucia increíble, normalmente se trata de conejos viejos y perreados que han sobrevivido a mil batallas y que saben jugársela a perros y a cazadores añosos con mucho callo en esto de la caza; sin embargo, en otros momentos, los conejos, supongo que más por falta de experiencia vital que un fallo en su atávico instinto de supervivencia, cometen errores de bulto que les suelen costar la vida.
Es el caso de este vídeo y aunque no lo recoge la grabación, las perras habían hostigado durante varios minutos al conejo en su madriguera. Convencido de que aquel conejo estaba ya a salvo me alejé del lugar y comencé a llamar a las perras. Jara vino en seguida pero Pepa se retrasó un poco. Justo cuando Pepa comenzó a venir hacia mí, el conejo incomprensiblemente abandonó su búnker y comenzó a correr. Pepa fue tras él y el conejo, no sé por qué razón, atravesó un claro frente a mí. Veréis que el primer tiro se queda corto, le alcanzo con el segundo y he de usar el tercero para que no escape.
PERDICES EN SIERRA (sábado 1 de noviembre de 2014)
El sábado día 1 estuve cazando con el que ha sido mi maestro en esto de la caza: mi primo Javier. Por diversas razones llevábamos tiempo sin cazar juntos y ha querido el destino que podamos volver a hacerlo en el pueblo en el que nacieron nuestras madres. Hablamos de un coto muy duro, con poca densidad de caza, sin conejos, con poca liebre y mucha jara y mucha leña. Un cazadero espectacular, casi intimidatorio, con laderones de jara y leña, grandes barrancos y mucha, mucha extensión de terreno, excesiva para una mano de dos. Pero Javier y yo estamos de acuerdo con el refranero: “Mano de dos, la de Dios; mano de tres, buena es; la de cuatro, para el gato” Y es que dos cazadores bien compenetrados en el campo dan mucho juego.
DIARIO DE CAZA: Media Veda, a Codornices Salvajes con Podenco y Medio.
Texto: Luis García.
Fotos: Archivo y Autor.
Veré de llevar este diario de la temporada de caza 2014/2015 al alimón con el blog, para entreverar crónicas y reflexiones sobre la caza, con la idea de no aburrir al lector demasiado, pues tanto cansa la mucha teoría sin un poco de acción, como la pura crónica si no se le encuentra moraleja alguna. Intentaré aderezar los relatos con alguna foto y algún vídeo, todo muy casero y sin más aderezo que el que poco a poco pueda ir descubriendo por mí mismo en el proceloso mundo de la edición de fotos y vídeos. Así que, paso corto y mirada larga. Antes de comenzar la crónica del mejor día de esta nefasta Media Veda de 2014 (en lo que a codornices se refiere) quería presentaros a mi equipo canino, pues él será más protagonista que yo en ésta y en las jornadas venideras que os iré contando en mi diario. Hace ya varios años, y de la mano de mi amigo Manuel Pedrosa, pisé el charco podenquero y tengo para mí que va a ser difícil que ahora saque los pies de él, pues cada día soy más feliz chapoteando en su barro y zangoloteando en sus turbias aguas. Y es que estos perros de orejas tiesas tienen una magia que no he visto en otras razas (y he cazado con unas cuantas) y de su caja de Pandora son capaces de sacar las más inverosímiles maravillas. No digo que sean los mejores – aunque en el fondo lo piense- pero sí que son los que a mí más me gustan para cazar de todo un poco.
CON EL VIENTO DE CARA
Por hacerlo en cazaderos o pobres de caza o ricos de leña y pasto he tenido un inicio de temporada de mucho esfuerzo y poco resultado; sin embargo, otro escenario quiso darme ayer lo que hasta ahora se me había negado: un día para disfrutar plenamente. Cuando las cosas vienen de cara hay que saber reconocerlo y también hay que saber agradecerlo, que en los tiempos que corren para la menor, son los menos los días en los que el campo se siente generoso.
Y es que el comienzo del día no pudo ser mejor: en la primera mancha de esparteras, las perras marcaron un conejo. El muy ladino trató de escurrirse tapándose por la parte exterior y sólo cuando intentó cruzar al monte es cuando pude disparar, pues antes sólo intuía pero no conseguía verle bien.
La Batalla Perdida
Texto: Luís García.
Fotos: Archivo y Autor.
Junto al hambre, la sed, el instinto de supervivencia o el sexo, el impuso predatorio también tiene su sitio en el equipaje primario del hombre.Sin él, seríamos dadores de muerte, pero no cazadores. Ya en la infancia, aquellos que sentimos el latido de la caza, cogíamos el tirachinas, la ballesta o la piedra y tirábamos a dar; y lo hacíamos porque sí, guiados ciegamente por un instinto que nos devolvía a la caverna y que actuaba al margen de los dictados de la razón.