DÍAS DE CAZA Y ROSAS (25 de enero de 2015)
El pasado domingo soltamos unas perdices en la zona del coto que tenemos habilitada para estos menesteres. Al menos a mí, en estos días, me pasa que voy sin ninguna tensión, pues no lo considero un día de caza propiamente dicho, sino una ocasión magnífica para pegar más tiros de lo habitual, para ver alguna buena faena de los perros y para echarnos unas risas con los fallos estrepitosos que solemos tener cuando nos precipitarnos en los tiros ante una perdiz franca que sale en medio de varias escopetas. Son días que sirven para hacer cuadrilla y conocer mejor a la gente. Que los socios de un coto se lleven bien entre ellos es algo esencial para que un coto funcione, que a nadie le quepa duda.
¿Con las manos vacías?
En la caza, como en la vida, solemos a ofrecer a los demás sólo nuestro mejor perfil y tendemos a ocultar, cuando no directamente a falsear, aquellos aspectos o momentos que quedan lejos de los focos. Ejemplo claro de esto que digo es el Facebook, que no deja de ser, en muchos casos, un muestrario de alardes, de felicidades de polaroid y de falsas amistades que en muchos casos son inventadas.
LOS CUERNOS DEL BUEN AGÜERO
Uno de los errores que el hombre suele cometer cuando las cosas marchan bien es dar por hecho que esa situación es la normal y que ha de prolongarse en el tiempo, como si les fuera algo debido. Después, cuando la realidad nos abre los ojos y las vacas enflacan, vienen las desilusiones. Por eso, es esencial poner en valor los momentos que la vida nos va regalando, que al final siempre termina viniendo el tío Paco con las rebajas.
II Cacería Clásica Española
Hará cosa de tres años, mi buen amigo Manuel Pedrosa tuvo la ocurrencia de celebrar, entre un grupo de amigos a quienes nos gusta “cazar a la antigua”, lo que él vino a llamar la I Jornada de Cacería Clásica Española. Así, en diciembre de 2013, nos juntamos por tierras manchegas para echar un día de cacería, vestidos como lo hacían nuestros abuelos, con las mismas escopetas centenarias con las que ellos cazaban y con perros propios del ruedo ibérico: básicamente podencos y algún pachón.
EL FACTOR HUMANO
Le plagio el título a la novela de Graham Greene para traer a este diario un tema al que no le damos la importancia que merece: la concentración en la caza. Todos hemos visto a Rafa Nadal fallando bolas fáciles, cediendo juegos tras encadenar una serie absurda de fallos y luego, en el pequeño descanso entre juego y juego, comerse un plátano, echar un trago de agua, perder la mirada en un ejercicio de introspección y salir a la pista y remontar el partido. Él mismo lo dice: “Cuando el partido es difícil tengo que poner doble de ilusión y doble de pasión”.
En la caza sucede exactamente lo mismo. Hoy, sin ir más lejos, he tenido un nefasto comienzo de jornada encadenando una serie de fallos sobre conejos que habitualmente acaban en el morral; y es que hoy mi cabeza estaba en otro lado. Andaba disperso, pensando en cosas ajenas a la caza, sin centrarme en el momento que estaba viviendo, sin sentir esa vibrante pasión cinegética que a los cazadores nos da ese plus de rapidez y puntería. Y así, como podéis ver, no hay forma.